jueves, 13 de septiembre de 2012

EDUCACIÓN CÍVICA ¿ EDUCACIÓN PARA LA POLITICA?



Educación cívica: ¿educación para la política?

                                                             
Todas las sociedades quieren perpetuarse, por lo cual crean instituciones
para que sus valores sean interiorizados y asumidos como propios por las
nuevas generaciones. Sin embargo, la fuerza de la tradición encuentra
resistencias en grupos sociales, movimientos, discursos y circunstancias
que impelen hacia la sustitución de lo existente. La escuela ha sido una de
las instituciones creadas especialmente para familiarizar a los jóvenes con
los valores de su sociedad y, dentro de ella, la educación cívica cumplecon más especificidad ese papel. De ahí que los contenidos y métodos de
enseñanza de esta asignatura expresen las diversas concepciones de lo que
debe ser la sociedad y, particularmente, el campo político, entendido éste
no simplemente como filiación a un partido sino como participación en
el ámbito de las decisiones públicas.
Si, en la sociedad contemporánea, la cívica es una educación para la democracia en su versión liberal, ello se debe a que ésta es la forma de gobierno
predominante, especialmente luego de la crisis del socialismo a finales de
la década de 1980. Y aunque en gran cantidad de países la población
carezca de acceso a los mecanismos mínimos de un orden político de ese
tipo (sistema legal, medios de expresión, organizaciones políticas), el horizonte utópico que se les adjudica a esas sociedades no parece otro que la
democracia liberal y, como un rasgo adherido a ella, el libre mercado.
La instauración de la democracia como el único horizonte viable de la
política en el mundo ocurrió de manera simultánea con dos fenómenos.
En primer lugar con la gran revolución tecnológica de los computadores
y las telecomunicaciones que logró sustituir la primacía del capital industrial por el capital financiero, concentrar los capitales en unas pocas
megafirmas de países industrializados y quebrar las barreras nacionales,
de tal manera que algunos científicos sociales consideran que son las
transnacionales y no los gobiernos quienes hoy determinan las líneas gruesas de la política en todos los países.
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 En segundo lugar, con la crisis de la
política y de los políticos, que en primer lugar se nos aparece como crisis
de los partidos, no sólo en la medida en que se ha reducido considerablemente su número de electores y militantes, sino especialmente en cuanto
parecen no tener una función valiosa para la sociedadEl desencanto contemporáneo en la política no parece haber echado raí-
ces totalmente entre los jóvenes consultados, pues, aunque sólo el 3.1%
dijo haber participado en alguna organización juvenil afiliada a un partido político o sindicato (un 70.9% dijo no haber participado), el 17%
manifestó estar muy de acuerdo en que le interesaba la política y el 41%
optó por responder que simplemente estaba de acuerdo. En un sentido
similar se pronunciaron ante la opción: “generalmente tengo algo que
decir en las discusiones sobre temas o problemas políticos”, afirmación
con la cual el 16% dijo estar muy de acuerdo, y el 43%, de acuerdo.
Cuando se les preguntó por las acciones políticas que en la edad adulta
seguramente llevarán a cabo, un porcentaje muy bajo manifestó predilección por opciones activas como lanzarse de candidato para un cargo pú-
blico o local (7%) o unirse a un partido político (10%), mientras que votar
en las elecciones nacionales (47%) o informarse sobre los candidatos antes de votar en unas elecciones (49%) fueron mejor consideradas.
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Si las formas activas de acción política son poco atractivas para los jóvenes, otro tipo de actividades públicas, pero de carácter comunitario son,
en cambio, mejor valoradas. Así, un 32% manifestó que, seguro, dedicará
tiempo voluntariamente a ayudar a la gente pobre o a los ancianos de su
comunidad, y un 22%, en igual sentido a recolectar dinero para una causa
social.
Existe igualmente una diferencia muy marcada en lo relacionado con los
mecanismos de la acción pública. Mientras que un 21% manifestó que de
seguro recogería firmas para hacer una petición, y un 20% que participaría en un mitin o en una marcha de protesta pacífica, tan sólo el 8% dijo
lo mismo de escribir grafitis de protesta en las paredes. Además del comentado legalismo de los colombianos y del pacifismo de los jóvenes, se
nota el ancestral repudio a los grafitis como medio de opinión.

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